MUJERES CON LUZ PROPIA DÍA 8 DE MARZO

LUCIÉRNAGAS

La vida va enhebrando momentos, vivencias que, como las cuentas de un collar, van conformando nuestra existencia.

Entre esas hebras que forman el entramado de nuestro devenir, destacan pequeñas gemas en las que se refleja, verdaderamente, el aprendizaje de la vida.

Son esas mujeres con luz propia, que iluminan todo lo que les rodea. Tienen los huesos cansados, la piel plegada, pero la mirada interior tersa.

Perdieron un tren que las dejó varadas en una desvencijada estación moldeada de trozos de guerra, de falta de oportunidades, de estudios frustrados, de emigración, de enfermedad, de dolido trabajo…

Hace tiempo que han llegado a un acuerdo digno con la soledad, y lo han firmado con la pluma de la entereza.

Un día, sacudieron el polvo del tiempo, los cerrojos del vacío y abrieron la puerta a dos letras: la A de aprender y la C de crear: Encadenan hilos con los que bordan lealtades. Pueblan su imaginación de personajes de ficción que encuentran entre las páginas de un libro, o les infunden vida en hojas de papel. Pasean por un escenario, recreando las obras de Ibsen, de Lorca. Iluminan telas, con trazos de mil colores. Acarician el alma con las cantatas de Bach, con los conciertos de Mozart, Se trasladan en las clases a otros mundos, a otras épocas. Descubren a Vermeer y contemplan “La joven de la Perla”…



Les han provisto de alas, pero son ellas las que han aprendido a volar

Han luchado en muchos frentes, pero no conocen la derrota

Saben contar historias y saben escuchar…

No sólo viven, sino que han aprendido a vivir.



Siempre hay un tiempo para llegar a la estación de la esperanza y coger el próximo tren. Solamente hace falta ese equipaje que llevan cargado de ilusión y curiosidad, con el que se acomodan para iniciar ese trayecto hacia la magia de su propia existencia, viviendo como si fueran a morir mañana, aprendiendo como si fueran a vivir siempre.



A todas, y a cada uno de ellas…Gracias, por compartir trocitos de vuestro Tiempo, que os es Propio, y por saber llenarlos de VIDA.



Mariví Diez A.